Primero como aficionado y años después como portero, Iker Casillas había
asistido muy de cerca a la leyenda negra que acompañaba a la selección
española de fútbol. La que siempre acababa en unos cuartos de final, en una
tanda de penaltis o en un árbitro como excusa. Hasta que una noche de verano
de 2008 un país despistó a la fatalidad. Ocurrió en Viena, en una tanda de
penaltis en la que Iker fue decisivo. Y de Viena a Johannesburgo, y de una
tanta de penaltis a un mano a mano contra Robben. Las dos cumbres de la
Selección Española desembocan en Casillas.
Nueve años después de levantar la Copa del Mundo Iker se enfrenta a la
decisión más difícil. La última revisión médica resulta como esperaba. Se acaba
2019 y por primera vez en su vida el fútbol parece alejarse.
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